16.1.11

Lo que realmente cuesta no es pedir perdón, sino perdonar. Pero si lo haces y no sos capaz de olvidar lo sucedido, no sirve para nada. O perdonas, o no.
El rencor actúa en las pequeñas cosas, y por mucho que se intente ocultar salta a la vista, es más que obvio, está ahí y es un auténtico asco. Despues, al otro lado del telón, se encuentra el que lo sufre envuelto entre los buenos recuerdos y las consecuencias inevitables de haberse equivocado; el que mataría porque todo volviera a ser como antes, y al que no supieron perdonar.
Y sólo queda esperar, y esperar...
Que al tiempo, y a las heridas, les da igual que cambiemos de año.


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