15.4.08




Los adultos nos decían nuestros nombres en diminuto, encendían velitas sobre rosas de azúcar en nuestros cumpleaños, soñábamos con una muñeca Marilú. Era un bello país el de la infancia.
Un país de misterios y temores, con muebles que nos parecían mucho más grandes, y personas adultas que pellizcaban fuerte nuestras mejillas redondas ... Era un bello país que a veces nos amenazaba. Pero estabamos todos allí, reunidos, crédulos en un jardín que siempre florecía, en un jardín de árboles que nunca perdían sus hojas... y la risa de mamá, los scons de la abuela, los collares que las tías nos prestaban para que jugáramos. Era no saber que mamá moriría, que su voz estaba de paso, que sus manos eran náufragos de una tormenta que por fin llegaría.
Era un jardín la infancia; un jardín en el que nos juramos no crecer, pero crecimos... En el que juramos nunca llorar, pero lloramos... Era un jardín al que volvemos, a veces con nuestros pasos de mujer, para ponernos zapatitos de nena y correr entre los canteros, correr tras la mamá que nos sonríe y por una exepción no tiene apuro, y nos dice nuestros nombres en diminuto, que ya nadie nos dice. Y por todo eso me gustaría volver a ese jardín a ese país , que jugabas con cualquier nene sin importar como era , solo divertirse . Volver a ese jardín para ser esa nena, jugando, corriendo, sin sufrir, sin enamorarse , ser realmente FELIZ.

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