22.8.09

Éramos como enfermos terminales que empeoraban cada vez que se veían; y hoy era uno de esos días de lluvia bajo mi falda que tu convertirías en tormenta.
Yo, frenética frente a él. Mirar pero no tocar; perdiéndome en mis propios dedos, encajándose una y otra vez dentro de mí; retorciéndome contra la pared hasta resbalar y deslizarme al suelo mientas él me miraba. Tenía los ojos dispuestos a todo; lo notaba; su corazón le daba tumbos.
Se acercó a mí para hacérmelo contra la pared, sin poder aguantar más, siendo cada embestida mejor y más fuerte que la anterior. Imposible mirar sin tocar; le comían las ganas; nos comían las ganas. -Mátame, destrózame, machácame. Y eso hizo. Estallamos en mil y una explosiones hasta que terminó exausto en la cama.
Me senté a horcajadas encima suyo. Mírame. Me mordí el labio y le dije: - Aún tengo ganas de más.

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