La vida, sin nombre, sin memoria, estaba sola.
Tenía manos, pero no tenía a quién tocar.
Tenía boca, pero no tenía a quién besar.
La vida era una, y siendo una era ninguna.
Entonces el deseo disparó su arco.
Y la flecha del deseo partió la vida al medio,
Y la vida fue dos. Los dos se encontraron y se rieron.
Les daba risa verse, y tocarse también.
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