11.12.11

No tenía las estrellas de su lado. Andaban revoltosas, con pocas ganas de entregarse a una sola persona y brillo de sobra en sus brazos para el resto de la eternidad. Sin embargo, ella seguía con sus pecas de chocolate en la nariz y con sangre helada en las manos. Ya no le quedaba ninguna esperanza caliente para animarle, ni siquiera sus más queridas estrellas le sonreían. Él era el único que le hacía lucir su preciosa sonrisa brillante, y hacía tiempo que no le encontraba por las calles ajetreadas de rostros anónimos que a ella ya no le gustaba mirar.

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